sábado, 27 de junio de 2020

Alfabeto de la Noche

Alfabeto de la Noche
Borde Perdido, 2017

Sospechó mi madre que,
la muerte habita espacios
imposibles, la sangre
de sus piernas brotaba
de los ladrillos y una lluvia
infinita, regaba el jardín
de jazmines al otro lado
de la montaña.


Ahora aconteció un largo
tiempo real, y en esta casa,
en mi nueva casa con Hernán
Valentino y Simón tenemos una biblioteca
gigante y desordenada que
clausura antigua ventanales.
Cada atardecer leemos libros
iluminados, en El misterio del Gótico
los Godos sobrevivieron a la invasión cristiana
inscribiendo sobre las rocas pesadas
de las catedrales, los signos
antiguos de sus runas profanas.
La sangre impone esas fugas materiales
el amor lo supera, invade todo eso
proporcionando a la tristeza un nuevo lenguaje.












texto de contratapa (completo): Silvina Mercadal
El rayo fósil-tatuado

“Toda génesis supone aquello que la precede”
Georges Bataille

El aquí nombrado “alfabeto de la noche” está constituido por un relato mínimo que se abre en la penumbra, persigue el rastro de un primitivo asombro -como si entre sombras trepidaran presencias inhumanas-, aunque también es la escritura del espacio convertida en libro de magia. En este conjunto de poemas Mariana Robles cuenta el momento en que con su madre y su hermano dejan el pueblo y la casa familiar, lugar donde se configuró la “arquitectura de la infancia”. La escritura procura traducir la experiencia sensitiva del espacio en un momento de ruptura, o mejor, inscribe la división de la que participa toda partida -en cuya etimología está dividir-: pues mientras se abandona una casa, su presencia se duplica, persiste fantasmal el lenguaje fósil de la materia, y luego de un “largo tiempo real” es posible conjurar su influjo.
En “El milagro de Lascaux” Georges Bataille examina la capacidad del hombre primitivo para producir el signo sensible. De la nada emerge la cabalgata animal que cubre las paredes de la caverna, en su extrañeza el arte se transfigura y revela como potencial “comunicación de los espíritus”. En la ronda pintada en la piedra Bataille descubre el signo-mágico, es decir, la ardiente presencia de antiguos cazadores atravesando el tiempo incalculable. De la misma manera, los poemas portan una intención incantatoria hecha de paralelismos y raras expresiones de la materia.
Mariana escribe: “las cosas hablaban, extrañas/ un lenguaje fantasmal”. En el reverso del alfabeto nocturno -y a/penas visible- fulgura lo maravilloso pues la experiencia de la partida se adivina como una distorsión que alcanza la materia y la modifica hasta espiritualizarla. En su intuición involucra una cosmología animista: el espíritu busca asilo asido a la materia. En los poemas el espacio habitado se vuelve signo, adquiere una cualidad fósil, sedimenta las edades, es caverna encantada, y gruta atestada de promesas que hay que abandonar. En algún momento “está en llamas el jardín natal” (Marosa di Giorgio, 1971), y es necesario dejarlo para estar en condiciones de volver sobre sus pasiones encriptadas.

En el centro de la casa la madre-niña nace y re-nace, es una muñeca rusa que va hacia el origen, engendra su propia miniatura, se torna perecedera, aunque de su cuerpo mana incesante la vida (Arcimbolda barroca de la abundancia, alteridad inasimilable y fecundante, espejo estallado en una alucinación auditiva). ¿Es posible interpretar un sueño mientras transcurre? Sólo cabe desdoblar la consciencia con la percepción del paso a una dimensión incontrolada. En los dibujos “estrategias para escapar de la casa materna” se puede captar una leve distorsión en los ambientes vacíos: “el rayo fósil” del inicio que refiere Sarduy se convierte en tatuaje, y las palabras son indicio de la caverna donde centellean inesperadas visiones.



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