Texto de contratapa de Leticia Obeid
Este libro reúne innumerables tesoros,
como esos museos personales hechos de pasión, melancolía y paciencia. Algunas
cosas reposan en estantes, en esquinas, en arcones, otras cuelgan de las
paredes y otras nos rodean como un vapor, nos brotan como lágrimas. De la mano
de Mariana Robles, iremos posando la mirada en cada objeto que nos señala su
oficio de bordadora de palabras, detallista y exquisita. No es un inventario
sino un viaje amoroso por las ruinas que deja el paso del tiempo, una
invitación a escuchar sus sonidos más delicados.
La memoria, la herencia y el lenguaje son
piedras que frota Mariana, para sacarles chispas que puedan encender el fuego
de la poesía. La acompañan sus ancestras, cantan con ella, arriman tronquitos a
la fogata, la miran, nos hablan a través de su voz. Mujeres conversando,
mujeres pensando la historia con las manos, planchando sus pliegues, repitiendo
un gesto hasta hacerlo arte, recibiendo dolores o sueños, traspasando los
umbrales del tiempo en la sangre de sus hijas. La acompaña también María José
Cabral con sus dibujos, gemas para este cofre de palabras brillantes y
pulsátiles que quedarán reverberando en nuestros oídos y del lado de adentro de
nuestros ojos, vaya a saber por cuánto tiempo.
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